No terminábamos de salir de la recesión de 2008-2009, cuando nuestra economía entró de nuevo en una montaña rusa de volatilidad, de impredecible intensidad o duración; mientras que nuestras autoridades insisten en seguir una política económica pasiva, en espera de que se filtren los efectos de nuestro socio principal, Estados Unidos, y ellos decidan tomar medidas de protección.
Para acabarla de fastidiar, los recientes acontecimientos en Monterrey auguran un efecto recesivo interno, consecuencia de la inseguridad proveniente de las amenazas del crimen organizado, que no puede sino reducir la energía productiva de las empresas mexicanas.
En el horizonte internacional sabemos que las economías de Norteamérica y Europa Occidental están entrando en desaceleración, si bien desconocemos cuánto caerán, porque ninguno de esos países está en condición de tomar acciones anti cíclicas. Sus masivos desequilibrios fiscales los tiene demasiado debilitados para emprender esa ruta.
Ante esos acontecimientos, recomendó la semana pasada Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía, y activo vocero de los países emergentes, que la austeridad en las políticas de los países desarrollados va en contra corriente a lo que deberían estar haciendo, por el peligro de que esas políticas desarrollen una recesión más intensa y con el peligro de que se convierta en depresión.
El problema –dijo– es la teoría económica dominante que sostiene que no es necesario que los Estados intervengan en la economía, ya que los mercados eran eficientes, y que la baja inflación era suficiente para garantizar crecimiento.
Ante ese pensamiento, insistió en que los bancos centrales no deben tener como único objetivo de política económica la baja inflación y la estabilidad financiera, sino también el crecimiento y el empleo, que deben formar parte de sus objetivos.
Aseguró que Europa sufre por las limitaciones que establece el Banco Central Europeo y puntualizó que las fallas de la macroeconomía moderna –entiéndase: neoliberalismo– los ha llevado a esos esquemas de pensamiento, en cuanto a las políticas económicas de los países.
Para evitarlo, sostiene que hay que generar empleo, lo que se puede lograr con mayor gasto en la economía, particularmente en inversión productiva. Llamó a fortalecer los mercados internos de los países, para amortiguar los golpes que pudieran venir del exterior.
Los países BRIC (Brasil, Rusia, India y China), cada vez más se presentan como centros de generar crecimiento en el mundo, pero que sus efectos deseables, pueden ser dominados por las acciones de los países desarrollados.
“El balance de riesgos de la actividad económica internacional se deterioró de manera significativa durante las últimas semanas,” advirtió el Banco de México.
Dijo que la actividad productiva perdió dinamismo en su crecimiento. Por lo anterior, las perspectivas de crecimiento se han revisado a la baja, en buena medida en respuesta a la desaceleración de la economía de los Estados Unidos y de los países de Europa Occidental.
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Como comentamos la semana pasada, los BRICs han seguido negociando para fortalecer su posición en las estructuras del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Han estado insistiendo en que se eleven sus cuotas dentro de la institución, lo que les dará mayor poder de voto en las decisiones internas y en sus derechos de giro, así como requerirles una mayor aportación a los recursos del Fondo Monetario.
Aun no se concluyen dichas negociaciones, pero todo indica que para el año que entra, cuando concluyan, China será el tercer país de más alta cuota, después de los EEUU y el Reino Unido.