Columna Semanal Dip. Jesús Alberto Cano Vélez

Por Redacción Oct 3, 2011

EL FOMENTO AL CAMPO

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 En la mesa 3 del último foro nacional temático que organizó el Colegio Nacional de Economistas  –como parte del objetivo del Colegio Nacional de promover un cambio en el modelo económico del país–  participaron personalidades, del pasado y del presente. Su objeto fue hacer un buen diagnóstico del sector, con sugerencias para el futuro; y lo cumplieron muy bien. Mis felicidades para todos ellos.

 En el grupo plural estuvieron: El Senador Francisco Labastida Ochoa, Ex Secretario de Agricultura; el Diputado Cruz López Aguilar, Ex Presidente de la Confederación Nacional Campesina (CNC); Graciela Aguilar Antuñano, Funcionaria de ASERCA (Apoyos y Servicios a la Comercialización Agropecuaria), de larga trayectoria en el sector; Armando Paredes Arroyo, Productor y Ex Presidente del Consejo Nacional Agropecuario (CNA); Antonio Yunez Naude, Director del Centro de Estudios Económicos de El Colegio de México; Juan Carlos Cortés García, Presidente del Consejo Nacional Agropecuario; Sergio Fadl Kuri, Director General Adjunto de Desarrollo Agrícola de la Secretaría de Agricultura, y el Productor Oswaldo Cházaro Montalvo, Presidente de la Confederación Nacional de Organizaciones Ganaderas.

 Se trataba de mejorar la calidad de vida y productividad del campo mexicano, como parte de una política de Estado. En dicha mesa de productores, funcionarios, ex funcionarios, legisladores, financieros y especialistas del campo, se presentaron ponencias para identificar convergencias y divergencias entre los asistentes, con el propósito de construir consensos para las políticas públicas del futuro.

 La pobreza e indigencia en ese segmento de la población  –el 22% del país–  es oprobiosa, y con las políticas públicas actuales no se percibe que tienen mejor futuro.

 Dicho sector está enfrentando hoy precios altos de las commodities pero también los efectos negativos de las acciones de otros países, que hacen más grave la volatilidad de los precios, lo que desincentiva a los productores mexicanos en lugar de promover inversión y mayor producción en el sector.

 Y el gobierno. . . bien gracias.

 Un segundo elemento en la ecuación es el cambio climático, y México no es la excepción porque está dentro de la franja del Ecuador, lo que ha implicado la necesidad de aplicar nuevas tecnologías   –genética, mecanización–   diferentes a las de otros años, para hacer frente a esos cambios, que tienen un periodo de proyección de seis meses, para los que no tenemos instrumentos  para pronosticar.

 Y aquí, también: El gobierno. . . bien gracias.

 El tercer gran elemento es el agua. En México hay alrededor de 250 sistemas de riego, de los cuales 100 están identificados, clasificados y del resto no sabemos lo que está pasando con ellos. Lo que sí conocemos es que en una zona, como el Bajío, la problemática de la oferta de agua ha generado que grandes extensiones agrícolas se hayan perdido y se hayan pasado a desarrollos humanos e industriales

 Y aquí también. . .

 Para comprender el tamaño de la escasez de agua, tenemos el ejemplo de Corea, que ha comprado un millón de hectáreas para asegurar tierra de cultivo que contiene agua para la agricultura, lo que nos hace prever que la medición de la productividad en el campo en el futuro no venga en toneladas por hectárea, sino en toneladas por metro cúbico de agua utilizada.

 Y aquí también. . . pudiendo llevar el agua de donde abunda, del Sur, a donde se necesita. Pero: el gobierno, bien gracias.

 Otros elementos de gran importancia son la tendencia a que el Estado se retire del financiamiento al sector agropecuario en gran escala, comparado al pasado. Fue un consenso de la mesa, tanto de  productores como de diseñadores que, en el mejor de los casos, se pondrá más escasa para el campo.

 La convicción neoliberal del gobierno actual augura que así será.

 Otro problema que se tocó, que enfrentan los productores, es que el Estado ha generado una serie de programas dispersos, en diferentes instituciones del gobierno, que han elevado los costos de transacción. Por ejemplo, las facultades de normas están en Economía; las de inocuidad están en la Secretaría de Salud; las de inspección y certificación no existen; mientras que  las de seguros y financiamiento, las tienen en Hacienda, etcétera

 De manera que los productores, para integrar un paquete de toma de decisiones de producción, tienen que ir a una serie de dependencias para tocar las puertas y tratar a “n” número de instancias públicas que tienen objetivos diferentes además de que no se hablan entre sí.

 Esto es verdaderamente un caos en términos de instrumentos de políticas públicas. Pero el Estado. . . bien gracias.

 Si sumamos a esto, que el presupuesto que se asigna al sector y que se define anualmente, tiene como momento de la negociación septiembre a noviembre, mientras que nuestros dos ciclos agrícolas son : otoño-invierno y primavera-verano, sucede que cuando llegan los recursos ya no se necesitan en el campo.

 Para “poner orden en esta casa” necesitábamos saber cuáles eran el o los grandes consensos del sector. Y ese es que el Estado debe ordenar su casa en términos de la política agropecuaria. A la Secretaría de Agricultura se le tiene que dotar de facultades para que en un solo instrumento los productores puedan tocar la puerta en términos de inocuidad, normas, certificación, financiamiento y no que estén en diferentes áreas con objetivos dispersos.

 Segundo, el tema de los legisladores: El presupuesto debe ser multianual. Los países que tienen un papel importante en la producción de alimentos, tienen presupuestos multianuales; manejos o políticas diferenciadas, para que los recursos se dispersen en el momento oportuno, y no cuando se lleguen a acuerdos políticos.

 Otro consenso tuvo que ver con las directrices de política. Hay un acuerdo de política de mucho tiempo, que la Federación define el rumbo  –la directriz de política–  pero hoy la Secretaría de Agricultura  no tiene la burocracia que tenía, con una gran cantidad de extensionistas; y crearla en poco tiempo, es imposible.

 Esa es la consecuencia del duende del neoliberalismo, que por exagerar su fe en la sabiduría del mercado a pie juntilla, desintegraron una valiosa estructura gubernamental que duró años en crearse y que fue muy útil.

Uno de los criterios fue que  –más bien–  hay que reducir la burocracia alta del sector oficial agropecuario y empezar a aplanar la pirámide. Los Estados que son los directamente vinculados con los productores coinciden con ese otro gran consenso.

 En cuanto a la parte climática, como no sabemos tanto del clima como creemos, es fundamental que el Estado participe de una forma más activa, con recursos en programas de aseguramiento contra condiciones adversas climáticas, por los graves efectos en la producción de alimentos.

 Con referencia a la problemática de los precios, no es su tamaño o su nivel el problema, sino su volatilidad. En este tema la Mesa llegó a un consenso de que hay que fortalecer los instrumentos de que dispone la Secretaría, como el de “coberturas” o “agricultura por contrato”, para minimizar los riesgos de compradores y productores.

 Uno de los puntos que suscitó diferencias importantes tuvo que ver con la seguridad alimentaria. Por un lado, algunos querían producir hasta el 75 por ciento de lo que consumimos y otros que debemos de tener cuidado con esos parámetros porque el problema es de acceso  –tanto físico como económico–  porque hay un gran número de mexicanos con bajos ingresos y ante precios elevados, no van a tener la posibilidad de tener acceso a ellos aunque haya oferta.

–       Diputado Federal de la LXI Legislatura por la primera circunscripción donde se desempeña como Secretario de la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública, e integrante de la Comisión de Hacienda y Crédito Público.

–       Presidente del Consejo Nacional Directivo de El Colegio Nacional de Economistas.

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