“La corrupción no se disculpa, no se perdona; la corrupción se combate, se castiga; si no se convierte en impunidad”.
“Mataron a un yaqui…”
Más allá de la tragedia, del dolor que acarrea cualquier muerte de un ser humano, como en este caso de un integrante de la otrora orgullosa etnia yaqui, causada por el conductor de un tráiler en Vícam, hay que ver el escenario completo para no caer en juicios sumarios o ramplones.
Esta tragedia se debe en primera instancia a la impunidad prohijada desde el gobierno del sicópata de AMLO; quien en su afán populista –disfrazado de democracia—más cercano a las anarquías de Venezuela y Cuba, les prometió las perlas de la virgen y “resarcirlos” de tantas “injusticias ancestrales” cometidas en su contra por gobiernos “conservadores y fifís”.
Desde siempre, una de las quejas socorridas por líderes vivales de la etnia—conste, un respeto absoluto para los alejados de lo anterior—es el “rentismo” de sus tierras por parte de poderosos agricultores, sobre todo de Ciudad Obregón de apellidos muy conocidos, que les han aumentado sus fortunas, mientras a ellos, sigue la firma de la ruina en sus casas y entorno comunitario.
Seguramente les pusieron a tales yaquis, una pistola en la frente para permitir lo anterior; inmensos recursos económicos y diversa maquinaria desde los tiempos del general Lázaro Cárdenas han fluído para esta etnia y, aún así continúan chantajeando a cuanto gobernador llega al estado para seguir con dicho estatus.
Famosa es la frase dicha al general en mención, cuando éste les preguntó qué habían hecho de las vacas que su gobierno les envió para explotar dicho hato en su beneficio: “nos las comimos..”.
Armando López Nogales les dotó como gobernador, tractores y demás enseres; a la postre abandonados.
Mientras gente como Alfonso Cannan Castaños y diversos líderes sociales luchan porque el gobierno federal elimine el criminal cobro en las casetas de peaje y aplique la ley contra los millonarios concesionarios de las mismas; los vividores de la etnia, amparados con la “autonomía” de la misma, recurren a la “riata” para extorsionar a los automovilistas y, sobre todo a los transportistas de artículos perecederos – en especial a los de Sinaloa—y, ¡ay! de ellos si no “cooperan” , porque los golpean y amenazan.
Plena impunidad para estos delincuentes amparados por un pasado que fue orgullo y, ahora es vergüenza nacional.
No tardan en hacer “héroe nacional” al yaqui muerto y al supuesto responsable “todo el peso de la ley” , por atreverse a escapar al chantaje y a la extorsión.
¡Alea jacta est!.