Por Víctor Fausto Silva D.
A la dama, que a la vez dirige el PRI Municipal en Hermosillo, le dio por emprender una sorpresiva y nada barata campaña de imagen pregonando los logros de su organización, lo que no tendría nada de malo de no ser porque huele a madruguete electorero, y luego porque en regiones como el valle de Guaymas lo que tienen rato reclamándole es su alejamiento de las siempre manoseadas «bases», como para que hasta ahora se haga la aparecida.
Eso, sin dejar de lado la exigencia de que refleje en hechos la claridad prometida en el manejo de los recursos que ingresan vía cuotas sindicales, porque están achacándole que se rodeó de una especie de Estado Mayor que seguramente no opera «de a grapas», amén de puertas cerradas y gastos que lucen injustificados o extravagantes, como la fortificación de oficinas hasta con cámaras de vigilancia.
A menos que sea el montaje de un búnker electoral, no se ve qué provecho pueden redituarle a los hombres de surco y manos ajadas avances o estilos de ese tipo, totalmente opuestos y hasta chocantes con la apertura y el estilo amiguero y campechano de su padre, el extinto Trinidad Sánchez Leyva, que hizo historia como dirigente campesino.
Por eso dicen que le quedaron grandes las botas…