Manuel Fernando López
La burocracia, esta maravillosa zona de confort, para quienes ingresan en ella, ha matado talentos e iniciativas –claro, para quienes poseen ambas – a decir basta, en aras del “cheque verde” y demás prerrogativas que la generosa teta presupuestal otorga.
En especial en el periodismo, que la verdad sea dicho en el caso nuestro, han pasado por la entonces llamada oficina de prensa –a la postre conocida con el engendro de comunicación social—personas brillantes, conocedoras del oficio y, del entonces quehacer periodístico.
La mayoría, sin ostentar títulos obtenidos en universidades, donde los dizque maestros del periodismo, jamás supieron escribir una “nota” y, menos de cómo se vivía en las redacciones, donde la “exclusiva” de hoy, moría al amanecer.
Conocí a muchos, dueños de todos mis respetos – y, sin títulos – con quienes compartí jornadas increíbles en el oficio, pero luego llegaron, ahora si,, “fifís”, creyendo que el periodismo es por ósmosis y, en automático, saben y, lo peor aún, dominan el oficio.
Incultos la mayoría, sobre todo en la gramática y sus giros increíbles: va un caso patético al respecto: se trata de Jorge Hoyos Olivas, una especie que rehuyó desde el inicio ganarse la vida como reportero y, buscó la sombra frondosa de la burocracia; como tantos, gracias a sus “enormes sacrificios” como “periodista” al servicio del gobierno, ya tramita su pensión, para retirarse, seguramente a escribir sus “memorias”.
Memorias de un mediocre, de un pusilánime y, quien ahora por instrucciones de la gobernadora es el “chamán” de Antonio Astiazarán Gutiérrez, en busca de la presidencia de Hermosillo.
De la noche a la mañana al fantoche –igual que él—el guaymense, mediante “encuesta patito”, ya se colocó por encima de la aguerrida Célida López, gracias a su “enorme simpatía y arraigo popular”.
Igual de mediocres ambos: el uno como periodista, el otro como candidato; tanto que se la lleva abrazando gatos y perros.
Payasos.