El “traficante”
Manuel Fernando López
Bien lo plasmó hace años –antes de Cristo—el llamado “abogado de roma” , Marco Tulio Cicerón en su enorme obra, “La columna de hierro”, la enorme diferencia entre la ley y el poder; ojalá lo hayan leído los recién llegados al Congreso del Estado – la mayoría una bola de “burros” , con respeto a estos animales—y, tampoco creo lo haya leído Francisco Gutiérrez Rodríguez, aún presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado; que en muchas ocasiones lo que menos le importa es la señora con venda en los ojos.
Venda que le permite mirar lo que le conviene y, en muchas ocasiones doblar la espada en aras de intereses prohijados desde la presidencia y, que en derecho tiene el nombre tipificado como tráfico de influencias y, en consecuencia tiene sanciones penales.
Desde tiempos de Guillermo Padrés Elías, el vividor Sebastián Sotomayor, entonces coordinador de asesores de la fracción panista en el Congreso del Estado, con el visto bueno desde palacio de gobierno –viva la autonomía de poderes—y violando todo procedimiento, fue removido para ser magistrado del Supremo Tribunal de Justicia, donde lleva tiempo cobrando sin pudor y vergüenza alguna –¿cuándo la han tenido los pillos?—como tal.
Todo con el visto bueno del traficante de influencias como Francisco Gutiérrez Espinoza y compañía, que aceptaron al nuevo bandido en la corte donde debe prevalecer la ley y, hoy parafraseando a Joan Manuel Serrat, “hoy, el hombre, el prohombre y el gusano ,se abrazan y se dan la mano…”.
Van dos casos de tráfico de influencias de este depredador –Francisco Gutiérrez—que está temblando porque desde el nuevo congreso, al través de Jacobo Mendoza Ruiz, ya le pidieron l renuncia, así como a varios “elegidos” en dicho olimpo.
Bajo la sombra protectora del titular del STJ, los abogados –habría que ver si tienen cédula—Carlos Ibarra y Mario Portillo Carvajal, para quienes desde su pedestal, con base en el “ábrete sésamo”, les abren las puertas y todas las facilidades ante los jueces de primera instancia para beneficiarlos en sus respectivos litigios.
De aplicarse la ley en este caso, la cárcel coquetea para este tipo; pero desde su poder vecino – el Legislativo con su presidente Jacobo Mendoza Ruiz —la señal está enviada: van por él y sus compinches.
¡Alea jacta est