Manuel Fernando López
En el quehacer político, donde la mayor de las veces “hay que tragar sapos” y, en el presente caso de Alfonso Durazo Montaño que camino a la gubernatura hubo de aliarse con auténticos pillos para llegar, faltando a su frase de que no recogería “cascajos”, la realidad ha empezado a matar la esperanza, “esa segunda alma de los miserables” como bien la definió Goethe.
El gobernador empieza a pagar facturas a sus “cascajos” o como diría Lenin “idiotas útiles”; asomó el primero en la figura del corruptérrimo Cuauhtémoc Galindo a quien en su nobleza, el de Bavispe, lo acaba de nombrar nada menos que titular del Instituto de Infraestructura Educativa de Sonora.
Al oir el nombre voltee a ver a mi compañero Carlos Briones Armenta y le comenté : “no va a dejar un solo mesabanco a los alumnos; es una ratota…”
Pesan en su contra del ex alcalde de Nogales, cerca de treinta y tres demandas penales por robo, que las documentó plenamente Jesús Pujol Irastorza y, sobre las cuales el mamotreto de la fiscalía anticorrupción dejó en el olvido de la irremediable burocracia.
Hoy, la 4 t lo premia con dicho cargo —un peligro además para los escolapios—y, veremos hasta dónde llega el anuncio del gobernador de no permitir corruptelas en sus subalternos, menos farsantes.
Desde ya, el gobernador debe ordenar cuidarle las manos, porque las tiene muy largas y, veremos si el contralor Guillermo Noriega Esparza es de verdad o, inclinará su cerviz ante el poder.
En Nogales, este tipo — “El Temo”—se acompañó de otro tipo despreciable llamado Sergio García Garrido, quien fue su director de comunicación social y, quien como todos los pillos ha vuelto al mismo puesto con el misógino de Juan Gim Nogales.
Aspirante a sacerdote – de la que se salvó la iglesia—este tipo, para beneplácito del hoy alcalde, es un golpeador de mujeres nato; en la memoria subyace el nombre de Juanita Valdez.
Debes acordarte “garras” y, más, de Teresita.