El Zancudo, Arturo Soto.

Por Redacción Jun 22, 2011

Tubutama: Zona de silencio

21/Junio/2011

 I
El profe Óscar Manuel Madero Valencia ha terminado de desayunar y sale del restaurante para fumar un cigarrillo. También bromea, nervioso. Cuenta que en el retén de la Policía Federal por el que recién pasaron, uno de los agentes le hizo las preguntas de rigor: de dónde vienen, a dónde van, a qué se dedican… y después de las respuestas, indagó: ¿Llevan armas?

“No”, fue la respuesta del diputado del magisterio. Y el agente federal, en tono casi paternal le dijo: “Pues deberían de llevar, cabrones”…

 II

 Y es que el Congreso sesionará en Tubutama, en el desierto de Altar. En esa región que se ha convertido en una zona del silencio, donde se respira el miedo.

 Y para remachar el clavo, el reportero gráfico de Expreso, Eleazar Escobar, siempre tan oportuno y ácido, aporta su dosis de humor negro. Tercia una plática entre un par de colegas que deliberan sobre los riesgos del viaje a Tubutama, donde el crimen organizado ha sentado sus reales, dejando una estela de sangre y muerte.

 Los colegas hacen votos porque nadie salga lastimado. Para que no les vaya a tocar una bala perdida que los deje en calidad de ‘daños colaterales’.

 “No” -dice el Eleazar-, cámara en ristre, “en todo caso, mejor que le toque a un diputado, ellos tienen suplentes, ¿pero nosotros?”. Y luego se va a seguir tomando fotos entre carcajadas.

 III

 “Bienvenidos, señores legisladores. Gracias por poner sus ojos en Tubutama”, reza una manta que alguien ha colgado en el kiosco de la plaza, frente a Palacio Municipal y la iglesia. Frente a la calle donde se han instalado las curules y el presídium para celebrar la sesión.

 El presidente municipal, Santos Castañeda Barceló es invitado a dirigir unas palabras al Pleno, y a la gente que busca un espacio en la calle, bajo la malla-sombra que no sirve de mucho.

 Debajo de ella, los diputados sudan el calorcillo del verano en el desierto. Algunos usan sus lentes polarizados.

 El alcalde agradece a los diputados su presencia y la de los agentes federales y estatales. Municipales no, porque no hay en Tubutama.

También agradece la presencia del ejército.

 La gasolinera a la entrada del pueblo, en el entronque con la carretera, ha sido habilitada como cuartel. Cuatro Hummer camufladas, con una ametralladora calibre .50 montada en el cofre, se encuentran estacionadas ahí, donde también hay varios soldados.

 Tres camionetas de la Policía Federal con varios hombres fuertemente armados y algunos con pasamontañas, realizan rondines en las desiertas calles de Tubutama, donde la iglesia es el edificio más alto y en su techo se han apostado varios francotiradores, mientras el helicóptero blindado del gobierno estatal sobrevuela el pueblo.

 IV

 Un tipo desgarbado y de ropa sucia cruza la calle con decididas zancadas. Lleva en la bolsa trasera del pantalón un fólder doblado que inopinadamente saca y extiende para dejar ver las fotos de otros tres hombres. Francisco Javier, Jesús y Óscar Armando Mendoza López son sus nombres.

 Fueron sacados de sus casas “en calzoncillos”, mientras dormían. Un comando armado se los llevó desde el 17 de febrero pasado y hasta hoy no se sabe nada de ellos. Son sus hermanos. El hombre está nervioso, rodeado de reporteros que preguntan y preguntan.

 Él responde. Dice que la policía sabe bien quiénes se los llevaron. Señala directamente a un comandante de la Policía Estatal Investigadora con base en El Sáric. Asegura que la noche del secuestro, el jefe policiaco se paseaba en su camioneta, pixteando, con la música a todo volumen.

 Dice que los sicarios quemaron su casa con pólvora y granadas. Que él ya no tiene casa y vive en ninguna parte: “ando desterrado, de perro, comiendo de la basura”, suelta entre maldiciones de grueso calibre.

 El alcalde de Tubutama pide un minuto de silencio por los funcionarios de su gobierno que han caído muertos: tres acribillados, uno por un paro cardiaco y otro electrocutado.

 El silencio sirve para que se escuche la voz de Jorge Mendoza, que sigue declarando a los reporteros y mascullando maldiciones que llegan claramente a los diputados, instalados a dos metros de donde se encuentra.

 V

 No es sólo Tubutama. Todos los pueblos de la región: Oquitoa, Átil, Trincheras…, todos están desolados. El silencio y la soledad sobrecogen. La historia de Jorge es una, entre los cientos de historias que han ido construyendo esa soledad, ese silencio.

 De Santa Ana a Tubutama, la carretera está flanqueada de caseríos desiertos. Puertas y ventanas cerradas. Carros llenos de polvo. Como que la vida se fue vaya usted a saber a dónde. Los negocios están cerrados y rara vez se ve a alguien caminar con paso apresurado y nervioso, por las calles de estos pueblos.

 Los niños tienen prohibido salir después de las cinco de la tarde. Una de las tres maestras de la escuela primaria, se va a ir de Tubutama y las madres de familia solicitan a quien pueden, que les mande a quien la sustituya. Tampoco hay servicios de salud en Tubutama. No hay un solo médico, y tampoco hay los medios ni las condiciones para salir a buscar uno en otro municipio.

 VI

 Toda la región es una zona de silencio. Muchos, demasiados policías, demasiados soldados que revisan autos y personas. Han acudido a este municipio enclavado en el Desierto de Altar, para poner en marcha un operativo impresionante, que dimensione la importancia de lo que está por ocurrir.

 Y lo que ocurrió fue que el Congreso del Estado de Sonora aprobó con unanimidad festiva, la reforma a la Ley de Seguridad Pública y el decreto que crea la Secretaría de Seguridad Pública.

 Con esto, Sonora pasa a ser la primera entidad federativa que cumple los lineamientos del Secretariado Ejecutivo de Seguridad Nacional, para hacer posible, entre otras cosas: el mando único policial, la certificación de los agentes policiacos y la creación de observatorios ciudadanos para las acciones en la materia.

 VII

 El Pleno del Congreso en Tubutama tuvo ausencias. César Augusto Marcor, diputado del Partido Verde Ecologista fue intervenido quirúrgicamente y no pudo asistir. También a la panista Alejandra López Noriega la encamaron para una laparoscopía.

 La priista Flor Ayala Robles Linares tampoco asistió, aunque la explicación que dio su colega Otto Clausen Iberry se inscribe en el marco de los chistoretes que van y vienen entre risas de nervios; entre veras y bromas; entre la necesidad de parecer relajado, cuando se está por ingresar al sórdido territorio de la violencia y la muerte: “la Flor no vino porque el chaleco blindado que se mandó hacer no le entró. Era talla X-Small”, dice, y se aleja entre las mesas del restaurante Elba, en Santa Ana, donde la comitiva llegó a desayunar, camino a Tubutama.

 La perredista Gorgonia Rosas López también está ausente. Nadie da informes sobre los motivos de su falta, así que el Oficial Mayor del Congreso, José Ángel Barrios llama por celular a José Guadalupe Curiel para indagar: ¿Oye, es cierto que nada más vino la mitad de tu bancada?

 El perredista le responde que “por razones estratégicas, se decidió que así fuera”.

 VIII

 Decidieron que fuera Tubutama la sede de esta sesión, atendiendo la solicitud que un lugareño hizo al diputado del PRI, Roberto Ruibal Astiazarán. Que era necesario atraer todas las miradas hacia esta región de Sonora, donde la vida cotidiana está paralizada por el terror. “Han pasado tantas cosas que a veces uno prefiere no hablar de ellas”, dice el alcalde, que luce un vendaje en su mano izquierda, lastimada al caer de un caballo.

 Es el mismo Ruibal Astiazarán el que conectó el jonrón de la tarde. Aprobada la nueva ley, solicitó a Ernesto Munro, quien firmará ahora como Secretario de Seguridad, que el operativo de mando único se quede en Tubutama por un periodo más prolongado.

 Ruibal teme lo que están temiendo los ciudadanos de Tubutama: que en cuanto se vayan diputados, policías y soldados, el dominio del crimen organizado se imponga de nuevo.

 Por eso los aplausos de la gente. Aplausos que no está dispuesto a desaprovechar Damián Zepeda, que pide la palabra y le dice a la gente lo que la gente quiere oír. También le aplauden, aunque más tímidamente.

El cajemense Raúl Acosta entiende que cada aspirante a un aplauso querrá hacer uso de la voz, pero la ley no ha sido aprobada, así que solicita al presidente, Vicente Solís, que la someta a votación, “y que después vengan los comentarios”.

 El presidente accede. El Pleno aprueba por unanimidad, pero la fiesta no dura mucho. Bulmaro Pacheco sube a leer un posicionamiento en el que hace un llamado al presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, a que deje de ejercer funciones de líder de su partido, y ejerza funciones de Estado: “todos se lo vamos a agradecer”, dice.

 chaposoto67@hotmail

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