Fernando Moreno Chávez
Hablar del periodo de la Ilustración me evoca, en primer termino, al “Emilio, o de la Educación” de Rousseau. Es un libro que discutí con mis compañeros preparatorianos en la Ciudad de México. Coincidí en muchos argumentos, a pesar que hacia mas de 200 años que ese libro se había publicado. A mis ojos era la revelación de cómo enfrentar un sistema de educación con una sociedad sin valores, sin esquemas educativos y con instituciones corruptas.
Voltaire fue el origen de mi ateísmo, cuestioné a la iglesia católica, a su etapa negra de la inquisición, a su fundamentalismo y falta de reconocimiento a sus fallas en la historia de la humanidad. No se puede negar que leer a Voltaire hace que penetremos en ese profundo dilema de un cristianismo infundado y promovido por los ganadores, que podríamos decir también perdedores en el sentido filosófico.
Recuerdo haber leído la Republica de Platón, estaba fascinado de Sócrates. Mis lecturas eran sin orden y con la juventud inocente y atrevida. Eso me llevo a Montesquieu. Siempre argumentando separar la corrupción del gobierno, dándole voz a las mujeres, sentando las bases de un estado moderno.
Sé de Descartes, Newton, Lavoisier y D’Alambert mas por científicos que por escritores. Aunque les confieso que es una simbiosis difícil de digerir e incluso casi imposible de justificar: los científicos escriben poemas, los escritores habituales relatan los no falsos positivos.
Un poco apenado por confesarlo, no me apena la confesión, me apena el robo. Conocí un libro del Marqués de Sade debido a que mi padre lo tenia en su biblioteca, era tan fascinante leer textos eróticos en mi juventud. Robé ese libro cuasi escondido de mi padre. Lo disfruté e imaginé cada episodio como mío. Un joven de 16 años leyendo erotismo puro, ateísmo puro, irreverencia pura. Luego supe que el Marques de Sade es parte del periodo de la Ilustración.
Hoy, veo a mi país a mas de 250 años de esos escritores y científicos, trastabillando en la educación, confundiendo la espiritualidad con un acendrado catolicismo, con instituciones corruptas, con ciencia condenada no obstante de la poesía.
Aprendimos mal, debemos de cambiar mucho.
Nos queda disfrutar de la vida, leer para recrear el pensamiento y entender que los signos que dejemos serán la Ilustración de los que siguen.