El Código
Manuel Fernando López
Desde hace tiempo, siempre que escuchaba el nombre del Colegio de Sonora, lo asociaba con gente dedicada ciento por ciento a la investigación, en aras de servir a los sonorenses en diversos aspectos de sus vidas; fuera en el ámbito educativo, agrícola, minero, etcétera.
Claro, en su mayoría existen tales técnicos, pero –nunca falta—la institución se anquilosó y, la mayoría de quienes ahí estudian, se enquistaron en la burocracia, gozando de excelentes sueldos y prerrogativas, mientras en la bodega siguen almacenándose libros y más libros que a decir verdad a muy pocos interesan por áridos, sosos y aburridos.
Cada cierto tiempo, los sacan al corredor frente al Colson, con motivo de tal o cual feria del libro y, luego regresarlos a seguir durmiendo en la bodega; deberían regalarlos a las instituciones sobre las que versaron tales trabajos.
Pero bueno, no ahondaré en temas técnicos que la verdad me aburren: voy a describir las andanzas de tres soberanos pillos que ahí vegetan desde hace rato y, a quienes les pasó por la cabeza, la terrible amenaza de verse sin ingresos económicos y dejar atrás dicha zona de confort.
Eloy Méndez, Mario Velásquez y Milton Aragón sus nombres; fueron despedidos en el 2014 y, a defenderse como “gatos boca arriba” ante el horror de ahora si, trabajar en serio.
¡Eso si que no! dijeron y, cerca del Colson despacha como abogado mi inefable amigo Miguel Angel Avilés, nuestro conocido “Miky”, a quien le dieron poderes para proceder a la demanda contra dicha institución.
Tras largos y sufridos siete años, en los que se enfrentó a la ineptitud, prepotencia, trafico de influencias –tres amparos de por medio además—llegó la sentencia favorable para tales sujetos
Se condena al Colson a reinstalarlos, cubrirle al Isssteson las cuotas correspondientes y, lo mejor –para estos tipos por supuesto—pagarles cerca de tres millones de pesos a los sujetos en mención.
La reinstalación en el “paraíso perdido” –no en el John Milton por supuesto—fue el cuatro de abril en el puesto que tenían y, claro, con todos los aumentos salariales generados en siete años.
Hasta aquí la historia de una jornada exitosa para todos y, más para el abogado, quien con todos merecimientos y justicia esperaba el pago correspondiente por sus servicios en tan largo y sufrido litigio.
Sin embargo, apareció la eterna ingratitud del ser humano y, lo revocan —los tres—cobrando por su cuenta, “como viles pillos” precisa el litigante a quien ahora pretenden pagarles lo que a ellos les venga en gana.
Para ser unos truhanes, unos léperos, tienen la piel muy delgada y, se enojaron ante la exhibición que de ellos hizo, el colega “Chapo” Soto.
Conociendo al “Miky” , tal canallada no quedará así y, ahora lo verán los tres, del otro lado, como acusador y, con todo.
La verdad, deberían tumbar dicho edificio con un tractor y, sembrar papas, hortalizas o algo de utilidad para la sociedad.
Salen muy caros tales burócratas.