Por: Dr. Carlos Germán Palafox Moyers
Sin duda alguna podemos afirmar que la economía mundial está experimentando cambios en gran escala, y hasta cierto punto radicales. La fase expansiva de la economía mundial que se vivió por décadas, al parecer ha finalizado.
En el siglo pasado, en la década de los setenta y finales de los ochenta, se vivió un fenómeno económico denominado estanflación (alta inflación y severas recesiones), pero una vez transcurrido este evento, se presentó un ciclo de gran crecimiento de la economía mundial que se caracterizó por una baja inflación en las economías avanzadas, y por un crecimiento económico relativamente estable y robusto, con recesiones cortas y poco profundas. También se registraron rendimientos positivos de los bonos del tesoro, debido a la caída permanente de la inflación, y un fuerte incremento de los valores de los activos de riesgo, como las acciones estadounidenses y mundiales.
Ese período prolongado de baja inflación generalmente se explica por las metas diseñadas por los bancos centrales para contener la inflación, y por políticas fiscales relativamente conservadoras -contracción del gasto-; pero más importantes que las políticas del lado de la demanda, fueron los muchos choques de oferta positivos -cambios tecnológicos y mayor productividad-, que aumentaron el crecimiento potencial y redujeron los costos de producción, manteniendo así la inflación bajo control.
Por otra parte, el proceso de globalización permitió que China, Rusia, y otras economías de mercados emergentes, se integraran más en la economía mundial, proporcionándole bienes, servicios, energía y materias primas de bajo costo. También la migración a gran escala del Sur al Norte permitió mantener limitados los salarios en las economías avanzadas, y las innovaciones tecnológicas redujeron los costos de producción de muchos bienes y servicios. Así, la estabilidad geopolítica relativa permitió una asignación eficiente de la producción a los lugares menos costosos, sin preocupaciones sobre la seguridad de las inversiones.
Pero la fase expansiva comenzó a resquebrajarse durante la crisis financiera mundial de 2008, y posteriormente durante el año 2020, por la recesión que trajo el COVID-19. En ambos casos, la inflación inicialmente se mantuvo baja debido a las políticas monetarias, fiscales y crediticias laxas.
Reacciones contra la globalización
Por el lado de la producción, hay reacción violenta contra la globalización, que ha ido ganando terreno, creando condiciones favorables para los políticos populistas y proteccionistas. La inconformidad pública por las marcadas desigualdades de ingresos y de riqueza, también se ha ido acumulando, lo que ha llevado a los gobiernos a implementar más políticas para apoyar a los trabajadores y a los «sectores no beneficiados de la globalización», que por muy bien intencionadas que sean, ahora están contribuyendo a impactar, con una magnitud menor, a la inflación, especialmente en países desarrollados. No así en el caso de países subdesarrollados donde el incremento salarial no tiene fuerte impacto en la inflación.
Para empeorar las cosas, el proteccionismo renovado de los Estados Unidos y de Europa ha restringido el comercio y el movimiento de capital, y las tensiones políticas entre China y Estados Unidos están impulsando un proceso de relocalización de la producción que seguramente incrementará los precios de todos los bienes a nivel mundial. Las consideraciones estratégicas y de seguridad nacional han restringido aún más los flujos de tecnología, de datos e información, y las nuevas normas laborales y medioambientales, por importantes que sean, están obstaculizando tanto el comercio como las nuevas inversiones.
Además, la guerra de Rusia en Ucrania, y la respuesta de Occidente, ha interrumpido el comercio de energía, alimentos, fertilizantes, metales industriales y otros productos básicos, y China está avanzando en todas las dimensiones del comercio (bienes, servicios, capital, mano de obra, tecnología, datos e información), debilitando a Occidente. Es importante señalar que Irán está cruzando el umbral de las armas nucleares, lo que pudiera provocar ataques militares por parte de Israel o incluso de los Estados Unidos, lo que desencadenaría una crisis petrolera mundial, y por su parte Corea del Norte sigue agitando regularmente su sable nuclear.
Tampoco hay que descartar que el dólar estadounidense, como principal moneda de reserva mundial, puede comenzar a declinar y, por supuesto, un dólar más débil se sumaría a las presiones inflacionarias. Un sistema de comercio mundial sin fricciones requiere un sistema financiero sin fricciones, pero las amplias sanciones han echado arena en esta máquina bien engrasada, aumentando enormemente los costos de transacción del comercio mundial.
Las pandemias también serán una amenaza persistente, lo que dará un mayor impulso a las políticas proteccionistas a medida que los países se apresuren a acumular suministros de alimentos, medicamentos, petróleo y otros bienes esenciales.
Podemos concluir que durante décadas la estabilidad global relativa, la gestión sólida de la política económica, y la expansión constante del comercio hacia y desde los mercados emergentes, se combinaron para mantener bajos los costos y por ende una baja inflación. Pero ahora todas estas condiciones han ido desapareciendo, y el mundo se está orientando a un nuevo régimen peligroso y desestabilizador, y lo peor es que en el corto plazo, en este momento, no se tiene visualizado el camino para salir del atolladero. En los próximos años nos enfrentaremos a importantes desafíos económicos, y serán mucho más graves si desde hoy no se traza una vía o estrategia para disminuir o aminorar esos factores negativos para la economía mundial.
Bajo este contexto resulta impresionante el olfato político del presidente Andrés Manuel López Obrador al anticiparse al punto de inflexión de la globalización y diseñar políticas energéticas, de granos, del cuidado del medio ambiente, de salud, contra la inflación, muchas de las cuales se están replicando en otros países, especialmente en los países desarrollados. En México estamos ante la construcción de un nuevo modelo de desarrollo que se implementará, con muchas posibilidades, en América Latina.
Dr. Carlos Germán Palafox Moyers
Subsecretario de Egresos de la Secretaría de Hacienda del Estado de Sonora. Docente del Departamento de Economía de la Universidad de Sonora.