Hermosillo, Sonora a 2 de Noviembre del 2022

Para mi querida amiga, a quien aún no conozco.

Por Ing. Fernando Moreno Chávez

   De jóvenes, idealizamos nuestra carrera. Ingresamos a la universidad con la ilusión de ejercer la profesión de forma apasionada y consagrarla en el ejercicio laboral para lograr nuestros propósitos personales.

Juventud: reino de las ilusiones y metáforas. Terminamos licenciaturas, no logramos trabajo remunerado. Iniciamos con el bregar de ayudantes, por falta de experiencia, dicen los patrones.

   En la lucha por la supervivencia logramos avanzar, nos consagramos en los puestos de trabajo y ejercemos nuestra profesión con pasión y laboriosidad, a veces con la independencia de ser un Free Lance o lograr instalar un negocio propio. Todo es lucha por sobrevivir, por avanzar en el horizonte de la vida y de las responsabilidades.

   Analizando la vida laboral, hay la mayoría de las veces una gran diferencia entre los ingresos de los periodistas y los médicos.

   Los periodistas trabajan en medios que suelen ser oficialistas o rebeldes. Los primeros acaparan los contratos de publicidad o convenios con el gobierno y los segundos… ahí se la echan como puedan, se apoyan de las dádivas de los políticos, empresarios y particulares. La retórica de la libertad de prensa es real, solo que sin salario, sin ingresos y sin apoyo de nadie.

   Los médicos generalmente lograr mejores dividendos estableciendo su consultorio privado, pero a la vez engendrados e incubados por las instituciones de salud pública. Desde la fisioterapia hasta las altas especialidades, los médicos se entrenan en sistemas de seguridad social para luego lograr tener sus aposentos privados. No es ningún delito, solo es una realidad del ejercicio de la medicina en nuestro país.

    El medico no ocupa al periodista, sus profesiones ocasionalmente se interceptan. El periodista sí ocupa del doctor, generalmente a través de las instituciones de salud. ¿Qué se encuentra? Personas soberbias, desde el guardia de la entrada, pasando por la secretaria que agenda la recepción, la enfermera que toma los signos vitales y el especialista que tiene algunos ayudantes llamados médicos en formación. Todos pagados con fondos producto del aporte de los mexicanos.

   Y aquí es donde separan más las profesiones. El servicio de salud en nuestro país es nefasto, no hay medicamentos, nos hay amabilidad, no hay capacidad de servicio y no hay sistema de salud modelo como lo presume el Presidente de la República.

   Que tonto soy… El presidente de la república tiene razón, hay un poblado en Chiapas que tiene 13 habitantes, en el Municipio de Villa Corzo y, en efecto, se llama Dinamarca. Yo, pensando en el país de capital Copenhague y él pensando en su retiro a La Chingada.

   Ubicándonos en Hermosillo Sonora. Las clínicas del IMSS están saturadas, no tienen servicios de electrocardiogramas y para los laboratorios oncológicos. El sistema envía las citas a los pacientes a mínimo un mes de distancia. Este estado de cosas es particularmente grave cuando de lo que se trata es de atender el cáncer tempranamente. Está en juego la posibilidad de conservar la vida.

   ¿Ante qué estamos? Veo un sistema de salud anquilosado. Burócratas pagados por los ciudadanos que tratan de la peor forma a los ciudadanos. Servicios de salud sin medicamentos. Profesionistas que usan las instancias oficiales de salud como trampolín para concretar sus proyectos privados. Laboratorios y servicios subrogados, porque el sistema de salud no tiene la capacidad de proveerlos como debería.

   Hablar es muy fácil: “vamos a lograr ser un servicio medico como Dinamarca o Noruega”, dicen.

La coca cola sigue llegando a todas partes, pero los medicamentos no. No nos hagamos tontos señor presidente. Los medicamentos faltan, cuando guste lo invito a ver cualquier farmacia de los servicios de salud, pero sin simulaciones, sin surtirla para el reality show.

   Un subsecretario que recomienda el cubrebocas pero no lo usa, un presidente que tampoco lo usa, un secretario que se resiste a vacunar a sus nietos. ¿Cuántos ejemplos más de soberbia y desatino de los sistemas de salud pública en nuestro país podemos citar? Demasiados más.

Por cierto, en Hermosillo, el hospital que inauguró con Claudia Artemiza Pavlovich Arellano, aun no funciona. Decimos en Sonora: ¡ni funcionará!

   Nuestros compañeros están al borde de la muerte por no recibir atención adecuada, igual que los niños con cáncer, las madres pobres y un vecino con una muñeca rota esperando desde hace más de 15 días para su operación. ¿Qué debemos hacer? ¿Callarnos? ¿Llorar? ¿Soportar el discurso de las autoridades de salud diciendo que todo marcha bien?, ¿Apostar al olvido?

   Cuando jóvenes, con ilusión abordamos nuestras carreras profesionales, siempre pensando en el progreso personal y de nuestra sociedad. Hoy por hoy, hay grandes diferencias financieras entre las profesiones de periodistas y médicos. El consuelo, es que lo hicimos creyendo en nosotros, en nuestros ideales y en nuestras pretensiones.

   Compañeros médicos, ocupamos de su apoyo para que no sigan muriendo nuestros contemporáneos; sean dignos de esos sueños de nuestra juventud, cuando creímos en la justicia y en la solidaridad.

   No hay inconveniente en seguir exponiendo las verdades de un sistema de salud que no acredita estar al servicio de los mexicanos. Los políticos son nefastos e inútiles. Nosotros haremos lo propio.

Creo que cada quien desde su trinchera puede hacer magia y transformar, en lo posible, nuestro entorno, hacerlo un lugar mejor, donde quienes no pueden pagar no sigan muriendo porque no hay quienes apuesten a sistemas de salud públicos de calidad y con calidez.

   Mientras, no dejen morir a mi amiga, a quien aún no conozco, que es periodista, maestra en supervivencia, amada hija, hermana y derechohabiente del Instituto Mexicano del Seguro Social.

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