LA UNIFICACIÓN EUROPEA Y SU CRISIS ECONÓMICA DEL SIGLO XXI
Jesús Alberto Cano Vélez (*)
El proceso de unificación de los países europeos se inició en 1952, a iniciativa de Francia y Alemania, con la firma del Tratado de París que integró a Francia, Alemania, Italia y los tres Benelux (Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo), para crear la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), que desde su inicio establece libre tránsito de comercio entre “Los Seis”.
Ese ambicioso plan, promovido por Charles de Gaulle de
Francia y Konrad Adenauer de Alemania, previó desde entonces la implantación de un Consejo Europeo, un Parlamento Europeo, un Consejo de Ministros, un Tribunal de Justicia y un Comité Económico y Social.
Con ello buscaban el fin de las guerras entre ellos y su unificación política y económica para enfrentar el futuro que se les presentaba, ante el fin del “dominio europeo” y el surgimiento del poderío global de la Unión Soviética y de los Estados Unidos. Por la vía de diversos tratados fue creciendo la integración, en profundidad y en su cobertura de países.
La Integran la Comunidad Europea del Carbón la del Acero (CECA) y el EUROATOM, en 1952; para 1967 la Comisión Económica Europea (CEE) y en 1971 adoptan el Plan Werner para mejor coordinar sus políticas económicas –las presupuestales y las fluctuaciones de sus monedas– y ya para 1992 firman el Tratado de Maastricht, que crea la Unión Europea (UE), con mayores implicaciones.
En sus instituciones económicas el proceso también fue gradual: de su Banco Europeo de Inversiones en 1959, pasan a su Banco Central Europeo (BCI) en 1998; y en 1999 implantan como moneda oficial el Euro, que fue adoptado por 11 países como moneda oficial, que entra en circulación en 2002.
De entonces a ahora –61 años– crearon todo un andamiaje institucional y funcional que se inclinaba a asemejarse a un país, con todas sus implicaciones. De los seis países iniciales, llegaron a incluir a 27 para el 2007, con varios otros países en proceso de integrarse.
Mientras tanto, todo iba evolucionando y las economías integradas crecían con el impulso de su nueva estructura. Francia y Alemania lideraban, si bien cada vez más el poder de Alemania se hacía sentir, especialmente desde que decidió, a finales del Siglo XX, integrar la parte oriental, lo que había sido la Alemania comunista. Fue un proceso de aprendizaje e integración que les rindió extraordinarios beneficios y que les dio el poder político y económico de hoy.
* * *
Y ahora se enfrentan a una seria disyuntiva. Por una lado la posición alemana que insiste en una rigurosa disciplina presupuestal, y en la necesidad de modificar los tratados respectivos de los países miembros, relacionados con el Euro, para prohibir desequilibrios presupuestales mayores de 0.5% del producto interno bruto (PIB), sin excepción o flexibilidad alguna.
Tanto el Reino Unido –que si bien forma parte de la CE, y no entró al Euro– como otros países, que sí forman parte de él, perderían la capacidad de aplicar políticas de déficit presupuestales para promover crecimiento, de estar en situaciones recesivas con desempleo y superávit presupuestales, de estar en momentos de presiones inflacionarias.
En el primer caso, la creación de demanda agregada, en contextos de desempleo, generarían mayor producción y PIB; y en el segundo de los casos, la reducción de demanda agregada eliminaría presiones inflacionarias. Esos esquemas hacen obligatorio regresar al equilibrio, una vez lograda la meta económica de equilibrio.
De aprobarse el Plan Alemán, el mundo recibirá del Bloque Euro una tendencia hacia el lento crecimiento y bajo empleo; una situación neoliberal muy lamentable, como las más de tres décadas que nos tocó vivir, entre 1982 y 2011, con crecimientos que no superaron el 3% del PIB, en promedio, con horrorosos niveles de desempleo y pobreza creciente.
Qué diferencia a los cerca de 50 años entre 1932 y 1982 en que México pudo crecer sostenidamente alrededor del 6% anual y lograr un cambio de fondo en la economía y sociedad mexicanas.
(*) Presidente de El Colegio Nacional de Economista
@acanovelez